Después de recorrer en gira poblaciones de la sierra wixárika, como Tuxpan de Bolaños, Santa Catarina Cuexcomatitlán, San Sebastián de Teponahuastlán y Ocota de la sierra, Jalisco “Un lugar Llamado Música”, ópera prima del director mexicano Enrique M. Rizo llega este fin de semana a las salas de cine bajo el sello de distribución de Pimienta Films.
“Un Lugar Llamado Música” es un largometraje documental de 87 minutos sobre el peculiar encuentro musical entre Daniel Medina, violinista Wixárika proveniente de la comunidad de Santa Catarina, Jalisco y el reconocido compositor estadounidense Philip Glass, quien ha trabajado en diversos ámbitos como la ópera, la música orquestal, la música de cámara o el cine.
Narrado en lengua Wixarika, Inglés y Español, el filme contiene música en vivo de ensayos y presentaciones en destacados recintos de México y Nueva York. Dicha música solo se escucha en ceremonias tradicionales Wixárika, pero esta vez con una adición sin precedentes: un piano de cola.
Colaborador de personalidades como Paul Simon, Linda Ronstadt, Yo-Yo Ma, Doris Lessing y Robert Wilson, entre otros talentos de talla mundial, Phillip Glass y Daniel Medina provienen de entornos muy diferentes y a pesar de no hablar el mismo idioma, han logrado crear juntos un lugar común en donde sus espíritus pueden encontrarse y desentrañarse: su música.
Producido por Cathia Cuevas, Marion d’Ornano, Enrique M. Rizo y Leonardo Heiblum el documental que los reúne empezó a gestarse en 2018, en el marco de una gira de celebración por los 80 años de Glass cuando realizó algunos conciertos en compañía de músicos wixárikas del pueblo jaliciense de Santa Catarina Cuexcomatitlán.
Con un enfoque que va más allá de lo anecdótico, este documental desarrolla la relación del compositor con músicos wixárikas como Daniel Medina y Erasmo Medina, en una historia que demuestra que a pesar de enormes diferencias lingüísticas y culturales, la música sirve como un puente.
Enrique M. Rizo, el director de “un Lugar Llamado Música” es un cineasta nacido en la Ciudad de México con un ávido interés por contar historias de calidez humana. Después de pasar casi una década trabajando con algunos de los mejores cineastas mexicanos en documental y ficción, Enrique aprovechó la súbita oportunidad de dirigir su primer documental al encontrar una historia en medio de los preparativos de un concierto.