La música cinematográfica ha ido obteniendo cada vez más importancia en México como herramienta dramática, acercándose lento pero firme a las industrias extranjeras donde tiene un lugar vital, una firme tradición y relevancia, pero hace falta que desde las instituciones educativas se promueva su verdadero valor y potencial para darle el lugar que se merece”.
“Es cuestión de conocimiento y tiempo para que la música de cine en México tenga el lugar que verdaderamente se merece, y también será cosa de tiempo el proceso para que pueda reconocerse su verdadero valor y potencial que debe promoverse desde las instituciones educativas…
“Tan importante como su utilización para el desarrollo dramático y narrativo del cine y sus historias es el valor presupuestal que no siempre se le otorga”, afirma Mario Osuna basado en su experiencia como compositor y diseñador de sonido en más de 25 largometrajes, decenas de cortos y documentales, danza y teatro, radio, audiolibros, televisión y publicidad, durante los últimos 20 años.
Mencionó que es necesario que a los compositores de música cinematográfica también se les reconozca como cineastas ya que participan activamente en las historias y sus narrativas con aportes que resultan fundamentales para destacar a través de su instinto la cualidad sensorial y la influencia emocional que la música provoca contra la imagen y la audiencia.
No obstante, consideró que el instinto del compositor de música cinematográfica, debe de ser complementado en las escuelas de música, con el entrenamiento y la especialización, ya que el proceso de composición y producción de bandas sonoras es muy amplio y variado.
Y aunque los principios son los mismos en México y en todo el mundo -explicó- “lo que afecta principalmente a la anatomía del proceso es el presupuesto, el cual influencia directamente al tamaño de producción, la gente que interviene y los tiempos que se manejan”, insistió.
Argumentó que el tamaño, al igual que la duración de la música, debe de ser coherente y concordante con el presupuesto, por lo que además del conocimiento y la sensibilidad que se requiere para componer contra imagen se debe tener las habilidades financieras y administrativas para llevar por buen camino y dar forma sana a la producción musical.
A través de su carrera, el compositor mexicano, distinguido este año por Pecime con la Diosa de Plata en la categoría a Mejor Música de Fondo por su trabajo en la película “Lecciones para Canallas” del director Gustavo Moheno, ha tenido la oportunidad y la fortuna de observar el poder que tiene la música en el cine.
“Y mis 16 años como profesor de Música Cinematográfica en varias universidades, me hacen reflexionar en la simbiosis de la imagen y la música, y de lo que hay detrás: La educación. Así como los cineastas deben de saber de las posibilidades que les ofrece la música, es de igual importancia que los compositores tengan conocimiento de cine y de lo que puede aportar su música”, destacó.
Mario Osuna (1976, Ciudad de México) incursionó por primera vez en la música a los catorce años aprendiendo por su cuenta la guitarra Bossa Nova. La combinación de ritmos latinos, armonía contemporánea, música orquestal y tradicional mexicana inició su vida temprana como compositor antes de pasar a componer películas con diferentes estilos musicales, conjuntos, orquestas tradicionales y el uso de tecnología musical.
En 1999, después de obtener una licenciatura en Ingeniería Civil, se mudó a Londres para seguir su verdadera vocación estudiando ingeniería de sonido en la Liberty Hall Academy y diseño de sonido y tecnología musical en el London Institute. Más tarde se matriculó en Westminster College, donde Amit Sen, alumno de Jerry Goldsmith, lo asesoró en la composición y sincronización de música para cine y televisión. Su siguiente traslado fue a La Habana, Cuba, donde amplió sus estudios de composición con Jesús Ortega, un reconocido profesor, guitarrista y compositor cubano.
Mario Osuna ha trabajado en producciones cinematográficas como “Llamando a un Ángel” (2007), “Fecha de Caducidad”, “El Diario de Luis” (Tel Aviv 2022) y “Lecciones para Canallas” (2022), a los que se suman los cortos de animación “Jaulas” (2009) y “Lluvia en los Ojos” (2013). Entre los artistas con los que ha colaborado figuran Lila Downs y Rita Guerrero, los mezcladores José Luis Crespo, Jaime Baksht y Michelle Couttolenc y los actores Damián Alcázar y Jesús Ortega.
A lo largo de este año, Osuna, quien está por concluir la composición de su proyecto titulado “El Hechicero de las emociones”, dedicó buena parte de su tiempo a ampliar horizontes en Francia, Inglaterra, Escocia, Malta, España y México, colaborando con cineastas como Charly Ryan, director de cine irlandés radicado en España, con Thomas Bernardet, director francés radicado en Bélgica y con la directora y animadora mexicana Rita Basulto en “Humo”.
“La meta fue, es y seguirá siendo hacer las conexiones y relaciones de larga duración con cineastas, productores y así componer, producir y post-producir bandas sonoras de proyectos nacionales e internacionales desde México a través de “The Sonic Mile Studio”, nuestro estudio de post-producción de audio para cine y “The Sonic Mile Project”, nuestra agencia para compositores, y asesoría y servicio musical para cineastas”, refirió.
Aunque tuvo la oportunidad de quedarse a trabajar en Europa, su reciente regreso a México -dijo- tiene que ver con su cometido de “seguir divulgando en nuestro país la importancia y poderosa magia que existe de la unión de la música y la imagen en movimiento al igual que seguir haciendo los enlaces para darle una nueva etapa a mi carrera como compositor de música para cine”.
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Mario Osuna también tiene en puertas la publicación de un libro de su autoría sobre “La Musicalización del cine”, el cual es un profundo estudio de la labor que tiene la música en el cine como herramienta dramática y los procesos de composición y producción de la banda sonora.
Único en su tipo en español, el libro incluye charlas y entrevistas con cineastas como Carlos Saura (q.e.p.d), compositores como el argentino Gustavo Santaolalla, el español Alberto Iglesias y la británica Rachel Portman (primer mujer en ganar un Oscar por música original); supervisores y diseñadores sonoros mexicanos como Martín Hernández, Sergio Díaz, mixers como Michelle Couttolenc, Jaime Baksht y el español José Luis Crespo, entre otras personalidades de la industria fílmica a nivel mundial.
“Estoy finalmente llegando a la etapa de edición para ofrecerlo y buscar editorial. El plan es sacarlo al público a finales de este año, principios del 2024”, adelantó Osuna, para quien “al parecer, todas las alegrías y dolencias, obstáculos y placeres, en la experiencia de mis entrevistados para mi libro y la propia, son los mismos en todos lados, y aunque la fidelidad y compromiso debe de ser el mismo en todos los proyectos, el nivel de responsabilidad radica en el presupuesto, el tamaño y la relevancia de éstos”.
En la entrevista con Pecime, el compositor aprovechó para mencionar que la psicología y el estoicismo “pueden ayudar a quienes estamos el este oficio a practicar el desprendimiento y la resiliencia, ya que nuestro trabajo siempre está sujeto al rechazo, por lo que la humildad y un ego sano hace la vida más fácil y así la cualidad y calidad de nuestro trabajo se refleje en la composición de una buena y efectiva banda sonora”.
Al hacer su breve repaso por el amplio espectro de la composición y producción musical destacó que los procesos generalmente inician desde que el director selecciona y convoca al compositor. Luego viene la negociación creativa y la construcción de la importante química entre el director y compositor. “La comunicación es de igual importancia y es a partir de ella que se comienza a elaborar un guión musical, donde se plasma el concepto y función que tendrá la música, esto por supuesto debe de ser lo óptimo en cuanto al punto de vista del director, a la historia, a la narrativa y los personajes…
“Y todo esto dará pie a la selección de la instrumentación, la colocación de la música, la sincronización; si habrá caracterización temática o motívica, acentos, entre otras varias aportaciones dramáticas que le pueden dar la música a la imagen. El proceso más común es, al tener definido el concepto y la colocación, entrada y salida de la música, cómo, con qué y para qué, se comienza la composición, maqueteo y revisión de cada segmento musical o cue, el cual debe, en teoría, corresponder con lo acordado en el guion musical”.
En cuanto las maquetas tienen visto bueno -abundó-, se imprimen partituras y se procede a organizar la producción musical, citar músicos de sesión, organizar sesiones de grabación, etc. Ya en la sesión de grabación, se reemplazan los instrumentos virtuales por instrumentos orgánicos, y se pasa a la post producción de la música, es decir la mezcla estéreo, envolvente ya sea 5.1, 7.1 y/o Atmos. “Claro está que la complejidad varía, de acuerdo a la espontaneidad desde la cual surgen cambios, arreglos, errores tanto humanos como de proceso. Una buena parte del proceso final es la resolución de errores o problemas”.
Resulta importante reproducir en este espacio la opinión de cineastas como el director Gustavo Moheno sobre el trabajo de Mario Osuna en su película “Lecciones para Canallas”: “Mario Osuna es el mejor colaborador que se puede tener trabajando en una película…
“Mario es el tipo de compositor que hace de la música cinematográfica un arte autónomo. Tiene un talento magistral para aportar identidad musical a una historia. Nunca sigue el camino fácil y por eso su obra termina hablando directamente a nuestro corazón. Considero que es uno de los mejores músicos compositores de México”.
Colegas suyos, como Calos Dego y Luis Zamora, así como los directores Ahcitz Azcona e Imanol Martínez Avendaño también han expresado públicamente sus opiniones acerca del prestigiado compositor, mismas que aquí citamos: