Del Puño y Letra de Adriana Roel
-La mamá de César Costa le sugirió su nuevo nombre
-Fue de las actrices más bellas del cine, el teatro y la TV
El cine mexicano está nuevamente de luto. Murió la extraordinaria actriz Adriana Roel, quien en realidad se llamaba Rosa María Gordeas Spoiler, pero como se comprenderá, con ese nombre y apellidos difícilmente hubiera podido sobresalir en el medio artístico, por lo que a sugerencia de la señora Josefina, mamá de César Costa, adoptó con el que fue conocida hasta su muerte y con el que triunfó plenamente en el cine, el teatro y en la televisión.
Desde muy joven, Rosa María mostró poseer atributos para la actuación, además de que era sumamente atractiva. Rubia, de hermosos ojos azules, el prestigiado director de teatro, Fernando Wagner, vio en ella no sólo a una chica bonita sino a una potencial estrella de los escenarios, sólo que advertía un impedimento para que se lograra ese objetivo: su largo nombre y apellidos, muy difíciles de memorizar y pronunciar para el grueso de la gente.
Por ello, le pidió cambiarlo por uno más corto y no sólo se lo sugirió sino que la amenazó con no darle más trabajo en sus obras sino lo hacía. Fue así como la actriz, que recién iniciaba su carrera, se dio a la tarea de buscar uno nuevo. Por su mente pasaron un sinnúmero de nombres, pero al consultar con la señora Josefina, mamá del actor y cantante César Costa, con quien tenía una amistad de mucho tiempo, ésta le sugirió el de Adriana, que ella pensaba ponerla a una hija cuando la tuviera.
A Rosa María le encantó el nombre pero también el primer apellido de la familia de su amiga, Josefina, por lo que de inmediato adoptó el de Adriana Roel, con que el que hizo historia en el cine, el teatro y en la televisión de México, en donde brilló intensamente convirtiéndose en figura de la cinematografía nacional y de las telenovelas.
En sus inicios, Adriana o mejor dicho Rosa María, fue una de las más destacadas discípulas del reconocido maestro de actuación Seki Sano, prestigiado director de teatro y formador de varias generaciones de actores y actrices, varios de los cuales, con sus métodos y enseñanzas, se convirtieron, con el tiempo, en primeras figuras de los escenarios.
Adriana, a pesar de su juventud y poca experiencia, fue impulsada por este gran maestro, de origen japonés, que la ayudó para ser incluida en la puesta en escena “Los frutos caídos”, en la que alternó nada menos que con María Douglas, una de las leyendas del cine y el teatro mexicano.
Su trabajo actoral no pasó desapercibido para los productores de películas, que vieron en la atractiva y joven actriz a una futura estrella del celuloide, y no se equivocaron, aunque su debut en los sets cinematográficos, en 1959, no fue precisamente en plan estelar sino en un discreto papel de estudiante universitaria en “Mi esposa me comprende”, con la pequeña salvedad de que la arroparon muy bien al hacerla trabajar al lado de primeras figuras de la actuación, entre ellas: Marga López, Arturo de Córdova, Martha Mijares, Armando Calvo y Lucy Gallardo.
A este primer trabajo en el cine, le siguieron historias de todo tipo que le permitieron consolidarse en el gusto del público, como fueron los casos de: “Gutierritos” (1959), “Los jóvenes” (1961), “Cri Cri, el grillito cantor” (1963), “El derecho de nacer” (1966), “El silencioso” (1967), “Seis días para morir” (1967), “El caudillo” (1968), “24 horas de vida” (1968), “Rubí” (1970) y “No quiero dormir sola” (2013), por el que estuvo nominada a la Diosa de Plata por mejor actriz.
Hoy esta gran estrella del cine mexicano se ha apagado y con ella se cierra un capítulo más del libro de oro de las brillantes actrices surgidas en la cinematografía nacional. Aquí, en este espacio, ahora la recordamos con las líneas que un día dedicó a los socios de PECIME.
Descanse en paz