Del Puño y Letra de Antonio Espino «Clavillazo»
Gracias a un hermano sordo, aprendió a “hablar con las manos”
Fue carnicero y vendedor de perfumes antes de alcanzar la fama
Antonio Espino aprendió a comunicarse a señas con su hermano menor Mario, a quien los médicos diagnosticaron sordera profunda. Sin proponérselo, desarrolló una extraordinaria habilidad para “hablar con las manos” que más tarde aplicó a su famoso personaje de “Clavillazo” con el que se convirtió en uno de los cuatro grandes cómicos de México, junto a “Cantinflas”, “Tin Tan” y “Resortes”.
Nació en Teziutlán, Puebla, y desde muy joven adquirió gran habilidad para mover las manos, aunque en un principio no era para comunicarse sino para ayudarle a su papá en su carnicería en donde aplanaba bisteces y cortaba filetes, actividad que hacía por necesidad, pero que no cubría sus expectativas.
Antonio se sentía atraído por el medio artístico y fue así como logró conseguir un trabajo como actor ocasional en el teatro Variedades de su localidad. Aunque no ganaba mucho reunió el dinero suficiente para viajar a la ciudad de México, a donde vino a probar suerte.
Ya instalado en la ciudad, su situación económica no mejoró por lo que tuvo que dedicarse a vender perfumes en las calles y en las carpas, esto último le dio la oportunidad de entrar en contacto con artistas e involucrarse en la compañía de don Fernando Soler, a quien con el tiempo “Clavillazo” reconoció como su maestro y su gran promotor.
Antonio se presentaba en las carpas con el seudónimo de “Chumiate” o “Polidor” y para resaltar su comicidad se pintaba clavos en los ojos, por lo que Adalberto Martínez “Resortes” le decía “Clavitos”. De ahí le surgió la idea de llamarse “Clavillazo”, personaje al que dotó de una vestimenta estrafalaria con pantalón bombacho, saco enorme con mangas largas, sombrero de tres picos y una corbata enredada en el cuello.
Y para hacer más auténtico a “Clavillazo”, acuñó frases que le significaron gran popularidad pues a la gente le gustaban y festejaban que dijera: “¡Nunca me hagan eso!”, “¡La cosa es calmada!”, “¡Nomás!”, “¡Ah méndigos” y “¡Pura vida!”, las cuales acompañaba con el movimiento de sus manos.
Recomendado por los hermanos Soler, por Fernando Soto “Mantequilla” y por Carlos López Moctezuma, “Clavillazo” debutó en el cine mexicano en la película Monte de Piedad (1951), al lado de primeras figuras como Miroslava, Emilia Guiú, Armando Calvo, Tito Junco, Jorge Mistral, María Victoria, José Elías Moreno, Carmen Montejo, Ema Roldán y Joaquín Cordero.
Su debut no pudo ser más afortunado pues del modesto papel de bolero que hizo saltó a estelar en las siguientes películas en las que participó, entre ellas: El genial detective Peter Pérez (1952), ¡Pura vida! (1956), Piernas de oro (1958), El globero (1961), Los fantasmas burlones (1965), Sobre el muerto las coronas (1961), El sordo (1958), Pobres millonarios (1957), El chismoso de la ventana (1956), Una movida chueca (1959), El joven del carrito (1958) , Ahí vienen los gorrones (1953) y El organillero (1957).
“Clavillazo” Incursionó como empresario de bienes raíces y fue propietario del fraccionamiento “Las cabañas”, en Cuautitlán, Estado de México con lo que ganó mucho dinero. Este gran comediante fue figura de la época de oro del cine mexicano y gran amigo de PECIME, para la que escribió de su Puño y Letra el texto que ahora compartimos: